Braquiterapia: La historia de Sara antes y después de su cirugía

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Braquiterapia: La historia de Sara antes y después de su cirugía

Hace un año atrás, Sara me escribió desde España para compartir su historia con el mundo y con la finalidad de ayudar a quienes estaban viviendo una situación similar a la suya: tenía queloides en ambas orejitas y no había encontrado tratamiento. Luego de algunas malas experiencias, la esperanza llegó de la mano de un cirujano maxilofacial, quien le ofreció un tratamiento de cirugía + braquiterapia.

En este tiempo no tenía esta página web creada, por lo que Instagram no me permitió compartir toda la historia. Sin embargo, llegó el día de poder compartir toda su historia, con lujo y detalle. Ella nos escribió tan emotivamente, que me anima mucho compartirles su historia. Además, puedes escribirle directamente a su Instagram, tiene una voluntad de oro y estoy segura que podrá ayudarte en lo que pueda.

Desde ya te agradezco de todo corazón Sara. Esta historia sin duda será una guía para quienes se sometan a braquiterapia y estén viviendo una situación como la tuya.

Te comparto toda su historia, tratamiento, las implicancias y cómo están sus orejitas actualmente. ¡Te invito a leer el post completo!

Primera parte: Su historia con queloides y tratamiento

En esta primera parte Sara nos cuenta su historia cuando su cirugía estaba reciente, en junio del 2020.

¡Hola! Mi nombre es Sara Gutiérrez, tengo 22 años y soy de España. Mi historia comienza en mi adolescencia, cuando tenía entre 14 y 15 años y, en la rebeldía de esa etapa, quise hacerme un montón de pendientes y piercings… y lamentablemente lo hice.

Debo decir que toda mi vida he tenido problemas con los pendientes. Incluso con los que me hicieron de bebé, cualquier movimiento brusco en la zona desencadenaba en una herida o infección. En el caso de los que me hice en esa época, no fueron la excepción. Todos desencadenaron problemas de infecciones, molestias, heridas y similares en varias zonas de mi cuerpo, y aun así los quise mantener.

Llegué a tener 3 pendientes en la oreja izquierda, 4 en la oreja derecha, un piercing en la nariz y otro en la aureola del pecho izquierdo. Además, a día de hoy tengo 6 tatuajes.

La mayoría del tiempo intentaba usar pendientes hipoalergénicos, o de oro (que muchas veces es considerado un material hipoalergénico). Aun así, las perforaciones nunca terminaban de sanar. Pasado el tiempo, cuando ya tenía entre 16 y 17 años, decidí quitarme progresivamente algunos de los pendientes.

Me dejé los más ‘normales’ y uno que otro más. Si bien mantuve los que me hicieron de niña, en los agujeros que ya no tenían pendientes comenzaron a aparecer bolitas. Como ya me había salido una en el arete de la nariz (que es el único que no me ha formado un queloide) y se acabó yendo con el tiempo, pensé que en las otras perforaciones pasaría lo mismo.

Pasado un tiempo, decidí acudir a una consulta médica porque me parecía extraño que las bolitas continuasen allí después de retirarme los aretes, además de la molestia que me ocasionaban… y ahí fue donde comenzó mi odisea.

Para poneros en contexto, he de decir yo soy una chica gordita, y mi médico de familia siempre fue un poco gordofóbico. Por esto, al ver mis orejas me dijo dos cosas; primero, que no debí hacerme los pendientes, y segundo, que seguramente me habían aparecido porque estaba gorda. Yo salí prácticamente llorando de aquella consulta.

Aun así, no me di por vencida. Ya que no paraban de crecer las bolitas y cada vez sentía más dolor, decidí quitarme todos los pendientes y acudir al hospital. Pero allí me encontré con otro drama aun peor: nadie sabía qué hacer conmigo. Pasé por distintos especialistas y diferentes consultas: el dermatólogo, el otorrino, la cirugía plástica y más. Sin embargo, la que marcó mi vida de manera más significativa fue la cirujana plástica. Os cuento.

Ella me explicó que lo que me aquejaba se llamaban queloides, y que no tienen una cura exacta. Me dijo que los míos se encontraban en un estado avanzado, me aclaró las posibilidades que tenía y me indicó el tratamiento que seguiríamos.

El tratamiento que llevamos a cabo comenzó con una cremita atópica, llamada Lexema. Esta crema es para uso cutáneo, que nada tenía que ver con lo que necesitaba en ese momento. Luego, procedió a inyectarme cortisona sumado a otro medicamento directamente en mis queloides. Mientras realizaba este procedimiento, me recomendó utilizar láminas de silicona para aplicar presión sobre los queloides. Lamentablemente, esta intervención no tuvo el efecto deseado.

Luego, pensamos en aplicar algo más invasivo. Llevamos a cabo un tratamiento conjunto entre pinzas de presión e infiltraciones. Esto fue tremendamente doloroso, y tampoco funcionó.

Al estar el queloide en una estimulación continua, siguió creciendo y creciendo. Esto siguió adelante durante 2 años. Llegamos al punto en que, debido al tamaño y dureza que había adquirido el queloide, las agujas se doblaban al intentar atravesar la superficie. Me rasgaban la piel cada vez que intentaban inyectarme, y yo solo podía llorar.

La situación llegó a tal punto que, en la última llamada que me hicieron para agendar una nueva sesión de infiltraciones, decidí parar, y decirles que no seguiría el tratamiento con ellos. Creo que, si durante 2 años un tratamiento no da resultados positivos y solo empeora al paciente, este debe modificarse.

Paralelo a toda esta situación, había estado averiguando con médicos privados si había una opción de remover el queloide, y todos me daban las mismas soluciones: inyecciones de cortisona. Pero yo llevaba ya 7 sesiones de infiltración y no me había resultado para nada bien.

En este punto, mis queloides estaban mucho peor que al principio, y yo me encontraba desamparada, sin saber qué hacer. Esperé así un mes, hasta que el dolor se volvió tan insoportable que me vi forzada a acudir a las urgencias de mi hospital. Recordaré siempre que el chico que me vio allí dijo: «Esto te tiene que doler, porque parece que va a explotar. Te voy a hacer una carta de recomendación, porque ya no puedes seguir así».

Y así esperé que me llamaran, pero mi queja y la recomendación que me habían hecho se perdieron en el tiempo.

En realidad, yo nunca he sentido que tenga que esconder mis orejas por mis queloides, ni mucho menos me han acomplejado. Por esto, siempre que me ven y me preguntan y/o cuento mi historia, la gente intenta «aconsejarme». En una de esas oportunidades, alguien me comentó que es posible pedir una segunda opinión médica en el hospital para que te vea otro profesional. Lo hice, le conté mi historia al hospital y puse una reclamación. A los meses me llamaron desde cirugía maxilofacial. Allí me vio mi ángel de la guarda, quien al día de hoy es mi cirujano.

Su tratamiento: Braquiterapia

Nunca olvidaré la primera vez que me vio. Apenas miró mis orejas dijo que me operaría. No me dio excusas; solo la solución. Me aclaró en un principio que no sería un camino fácil, pero dijo que haría todo lo posible por mí. Extirparíamos los queloides y complementaríamos el tratamiento con sesiones de braquiterapia.

Para poneros en contexto, la braquiterapia es un tratamiento bastante potente, que utiliza los principios de la radioterapia de manera muy localizada, minimizando así los efectos secundarios. Para llevarla a cabo, es necesario introducir un tubito en la piel durante la cirugía, que no se retira hasta pasada la última sesión de braquiterapia. En mi caso, fueron 3 sesiones radioactivas, de muy alta frecuencia, con una separación de 6 horas entre cada sesión. Esta intervención debe comenzar inmediatamente después de la cirugía.

Llegó así el día de mi primera operación. El 20 de febrero del 2020. En esa oportunidad extirparon el queloide de mi oreja izquierda, que era la más afectada. La cirugía en sí tomó una hora y media. Me quedaron más de 40 puntos. Junto a esa intervención, el doctor realizó la primera sesión de braquiterapia inmediatamente. Si bien la braquiterapia no es dolorosa en sí misma, cuando volví a casa y se me pasó la anestesia sufrí muchísimo.

Pasé un par de horas en casa y, ya que en ese tiempo no tenía coche, tuve que volver al hospital en transporte público. Me realizaron la segunda sesión de braquiterapia y volví nuevamente a la casa. Intenté dormir durante la noche, volví al hospital al día siguiente por la mañana y me hicieron la tercera y última sesión de braquiterapia. Posterior a eso, me retiraron el tubo de la oreja, el equipo de doctor@s revisó la herida, realizaron las curaciones necesarias, y me pude ir a casa.

La cirugía es compleja, por lo que requiere bastantes cuidados post operatorios y el malestar en sí es grande.

Pasadas 2 semanas, volví al hospital para que retiraran los puntos. No los quitaron todos, porque aun estaban muy recientes. De ahí comenzamos a tener revisiones periódicas: cada 2 semanas, luego 1 mes.

El 25 de junio el doctor operó mi oreja derecha. Fue la segunda operación, y me dejó más de 35 puntos. A esta intervención también sumó 3 sesiones de braquiterapia. Para ambos tratamientos se requirió realizar reconstrucciones de ambas orejas. Además, aplicamos también resonancias magnéticas. Lógicamente, a pesar de ser un proceso exitoso, no ha dejado de ser doloroso…

Y aquí estoy ahora, con mis orejas nuevas. Cada vez que pienso en ello lloro de emoción. A veces me miro y no lo creo; hasta me cuesta reconocerme en el espejo cuando me veo.

Resultado post operatorio
Resultados post operatorio

La segunda operación fue la que dio más guerra, porque ha costado que la herida cierre por completo. A pesar de eso, estoy demasiado feliz, porque he sabido luchar para conseguir mi bienestar. Llegó un punto en mi vida en que no podía peinarme porque se me enganchaba el pelo en los queloides, dormir de lado era imposible, abrazar a mi pareja era complicado porque me pasaba a llevar las orejas…

Incluso las actividades más cotidianas hacían que me golpeara las queloides por lo grandes que estaban. Me sangraban, tenían mal olor y me dolían a más no poder, hasta el punto de llorar por eso. Hasta el viento frío me hacía sentir como si cortaran mi piel o clavaran agujas en mi piel.

Durante las cirugías han tenido que reconstruir gran parte de ambas orejas, por lo que actualmente todavía me duelen las cicatrices, porque tengo las cirugías bastante recientes. Además, la radioterapia ha sido muy invasiva. Aun así, siento que ahora mi futuro brilla mucho más.

Luchad por vuestros derechos y vuestra felicidad, porque tod@s merecemos una vida sin dolor.

Sara Gutierrez

Braquiterapia: Principales detalles

En este apartado Sara nos cuenta todo lo que implica la braquiterapia.

Con respecto a la braquiterapia, antes de comenzar te realizan varias resonancias para saber dónde tiene que estar exactamente el tubito que introducen en tu piel. Eso ayuda a ubicar la zona donde tiene que aplicarse el tratamiento, para que este sea totalmente efectivo. Una vez localizada la zona, a través de ese tubito que dejan dentro de tu piel, te enganchan a una máquina y una especie de horquilla hace el tratamiento de manera localizada y milimétrica. Durante todo el tiempo que el tubo está introducido en la piel, es necesario extremar las precauciones para no reactivar el queloide con el movimiento.

Por lo complejo de esta intervención, es necesario que se coordinen enfermer@s, el cirujano y l@s doctor@s de oncología. En mi caso, todo el equipo ha sido excelente y se ha portado genial conmigo. La segunda operación que me realizaron tomó 2 horas en pabellón. Además, las 3 sesiones posteriores de braquiterapia se realizaron con una separación de 6 horas entre intervención, por lo que el proceso en general ha sido pesado. Según tengo entendido, un intervalo tan corto de braquiterapia solo se aplica en casos extremos, por todo lo que conlleva. Como dije antes, probablemente sea el tratamiento más invasivo que exista para queloides, pero también parece ser el más efectivo en su remoción.

Es necesario que el equipo de oncología debe estar presente en todo momento durante la braquiterapia. Debido a la naturaleza de la intervención, ell@s deben supervisar que la radiación no vaya a afectar otras zonas del cuerpo.

Me encantaría que se dedicara más investigación al tema de los queloides. Es necesario que se averigüe por qué nuestro cuerpo reacciona de esta forma. Al respecto, he encontrado un vídeo genial, de un médico que explica el proceso en el que se aplica radioterapia a un queloide. Me parece importante porque este proceso suele ser mucho menos conocido que las infiltraciones. Se los dejo acá:


Luego de vivir esta experiencia con la braquiterapia, en el que se realizaron sesiones con intervalos cortos, se necesitó equipamiento médico complejo y conllevó dedicación y un esfuerzo gigantesco de parte del equipo médico, creo que se justifica el elevado precio. Además, con la realidad actual del COVID-19, se han requerido aun más exámenes. Aun así, y en parte por lo mismo, creo que este procedimiento debería estar financiado por la sanidad pública. No todas las personas tienen la suerte que yo he tenido, ya que mi tratamiento ha sido completamente gratuito.

Me encantaría que, debido a que este tratamiento es poco frecuente, esta información pueda ser de utilidad para personas que estén buscando información para el tratamiento de sus queloides.

Además, me gustaría añadir que las personas que vivimos con queloides no deberíamos avergonzarnos por ello. Más bien al contrario. Si quienes vivimos con queloides nos atrevemos a mostrárselo al mundo, ayudaremos a todas esas personas que viven con ellos y lo callan, y se esconden de sus cercanos o su familia por eso. La apariencia física debe ser lo menos relevante.

Mucho más allá de eso, las personas deben entender el malestar, el dolor y la incertidumbre que implica vivir con queloides. En mi caso particular, las láminas de silicona han sido de gran ayuda, más que para frenar el crecimiento, para ayudarme a controlar y aguantar el dolor que siento en mis orejas.


Segunda Parte: Sara en la actualidad

Tras un año de su cirugía, Sara nos cuenta su recuperación y cómo están sus orejas actualmente.

Ya ha pasado un año desde mi primera cirugía. Además de la fibrosis que me empezó a salir desde el primer mes luego de la cirugía, me están reapareciendo los queloides. En especial, están saliendo de nuevo en la primera oreja que me operaron, que era la más complicada de todas. Al tener queloides tan grandes en esa oreja, prácticamente no tenía tejido blando. Estaban casi pegados al cartílago de la oreja, por lo que ya no tengo piel. Si me empieza a salir un queloide, ya no va a haber tejido para reconstruir la orejita.

La última foto corresponde a la oreja que me está generando más complicaciones. Allí es donde me está volviendo a aparecer el queloide. Yo lo intento llevar con la mejor actitud posible…pero cuando siento que me vuelven a dar los corrientazos de dolor, que me pica un montón cuando me quito la lámina de silicona, cuando me duelen por el frío, siento que estoy volviendo hacia atrás. Esto me hace sentir un poco mal, pero tengo fe en que podré con esto.

Aprovecho de darle ánimo también a la gente que vive situaciones parecidas; sí existe el tratamiento, solo es necesaria mucha paciencia y constancia. Quiéranse mucho, aun con queloides. No se avergüencen de enseñárselos al mundo. Tenemos que darle visibilidad a esto, que no es culpa nuestra. Es difícil de entender, pero no deberíamos avergonzarnos por algo que no es culpa nuestra, sino todo lo contrario. Mucha gente lo tiene y lo calla.

En esa oreja no tengo tejido blanco, lo que tengo es solo cartílago; ya no me queda lóbulo. Si lo toco está muy duro, porque en la parte de abajo tengo fibrosis. Apareció justo por donde salía el tubito de la braquiterapia. Se originó un tejido muy duro, y a la vez muy sensible. Mi cirujano me dice que trate de ablandarlo con los dedos, pero no consigo hacerlo. Es extremadamente doloroso.

Por el punto 1 salía el tubo de la braquiterapia y por el punto 2 es donde se generó la fibrosis. Esa zona es la parte más sensible de las orejas. Si lo toco me duele, porque es cartílago y, además, yo creo que aún no he curado del todo.

Al mirar con atención, se ve que la parte de atrás de la cicatriz está muy bien, a pesar de tener fibrosis. Se ve blanca por detrás, lo que está rojo es el punto de la braquiterapia y la fibrosis. Lamentablemente, ese color significa que están activos, que están creciendo actualmente… y ya saben lo que eso conlleva.

Ahora, tengo cita con el cirujano en dos semanas. Por suerte, me adelantaron la cita 4 meses. Esto es muy difícil en la pandemia; miles de personas están esperando ser atendidas por él. Es un cirujano muy bueno, por lo que me siento afortunada (dentro de lo que cabe) y espero de todo corazón que esta situación tenga alguna solución.

Su oreja actualmente
El queloide que se formó luego de 1 año post cirugía

Sara tendrá que visitar a su médico dentro de las próximas semanas, así que estaré muy atenta a sus avances y lo que nos vaya contando. Sin duda, esta historia me conmueve mucho y además Sara es una persona increíble, llena de fuerza y valentía… una persona digna de admirar.

¡Gracias Sara por contar tu historia!

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Esta publicación tiene 3 comentarios

  1. me gustaria que sara siguiera comunicando su estado. si volvieron a salir

    1. Le han vuelto a salir algunos queloides pequeñitos, pero Sara en estas semanas tiene control para saber cuál será su tratamiento… Iré actualizando su caso en un tiempo, cuando pueda acceder a un tratamiento en estas cicatrices recidivas.

      En instagram iré actualizando más sobre su caso, me encuentras como @Queloide.cl

      Saludos! 💙

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